Dentro del amplio rango de interacciones que presenta el alimento como puente entre la dimensión física y la dimensión cognitiva del individuo, la manera en la que la comida y la cognición interactúan a nivel efectivo es una de las más claras. El marco de la cognición afectiva considera al proceso homeostático, así como a la introspección como partes fundamentales de la dimensión afectiva del individuo, y esta dimensión es considerada como parte fundamental de la cognición dentro del mismo marco. La comida en sí misma provee de manera directa los componentes necesarios para la formación de los neurotransmisores requeridos para el procesamiento cerebral de las emociones (Briguglio et al, 2018), pero también afecta la dimensión afectiva a través de de los procesos inflamatorios, metabólicos y fisiológicos en los que influye, por lo que es imposible separar al individuo como ser emotivo del alimento que afecta de manera directa e indirecta su estado fisiológico de manera constante (Kiecolt, 2010).  Así mismo, la alimentación provee las bases para la formación y mantenimiento del microbioma humano, el cual se comunica e influye con el resto del cuerpo a partir de las vías que provee la interocepción, la epigenética, la inflamación y el metabolismo (Morais et al, 2021). 

Dentro del campo de la cognición extendida, existen algunas propuestas que no se encuentran realmente dentro de la concepción inicial de Clark y Chalmers (1998), pero que merecen ser incorporadas dentro del marco teórico debido a la fortaleza de sus argumentos. Dentro del artículo de Sterelny (2010), se propone el concepto de andamiaje cognitivo como una propuesta para incorporar la gran cantidad de aspectos que forman parte de la cognición humana y que no necesariamente se tratan de herramientas físicas como se propuso inicialmente. Dentro de este marco, la alimentación juega un papel fundamental en el desarrollo de las bases que sustentan la cognición y su papel en la evolución es discutido. Así mismo, dentro de las tendencias que conlleva el descubrimiento científico de las bases fisiológicas del ser humano, el uso de suplementos para favorecer el rendimiento cognitivo podría ser considerado como uno de los andamiajes en los que se sustenta la cognición humana, como lo ha sido históricamente el desarrollo de las industrias que nos han permitido tener acceso a la nutrición que sustenta la civilización humana y su progreso. 

   Un ejemplo interesante de estos suplementos es el CoQ10, un componente fundamental en la cadena de electrones dentro de la mitocondria cuyo uso ha sido explorado en el tratamiento de la depresión bipolar  por su capacidad de mejorar el metabolismo oxidativo y disminuir la producción de moléculas inflamatorias (Ershadi y Hosseini, 2021). Este ejemplo subraya la interacción compleja entre la comida, la emoción y la capacidad cognitiva, pero existen algunas otras líneas de investigación que también la sugieren como son las del microbioma y la psicología nutricional.